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ESGRIMA HISTÓRICA en Vigo | Sala Viguesa de Esgrima Antiga – SVEA

Espada Ropera y Daga de vela

En la historia de la península ibérica hay 2 armas que forjaron su leyenda e influenciaron a los demás pueblos y naciones. La primera, la Falcara íbera que rápidamente captó la atención del imperio romano y la segunda, no menos importante, la espada Ropera que estuvo presente en España, Portugal y otros dominios del imperio español desde principios del siglo XVI hasta mediados del XVIII.

El apelativo de Ropera lo encontramos por primera vez en las “Coplas de la panadera” a mediados del siglo XV; y viene dado por ser un arma principalmente de uso civil y portarse con la ropa de vestir. Esto daría como consecuencia ser el arma perfecta para resolver disputas por medio del duelo.

En el año 1564, se estableció por mandato de Felipe II, que la espada castellana “cumplida y de marca” tendría de largo máximo 5 cuartas de vara burgalesa (104 cm) desde la punta hasta la cruz. Sumándole a esto la empuñadura y el pomo dando una medida de 4 pies, o lo que es lo mismo, casi 112 cm en su totalidad.

Destaca su elaborada guarnición para proteger la mano del diestro, de las que se pueden destacar las tipologías de Lazos, Conchas y finalmente la ropera de Taza, en la cual la mano está planamente protegida ante cualquier ataque.

Aunque los grandes maestros destacaban que se debía dominar la destreza de la espada sola, en caso de necesitarlo, la ropera podría ser acompañada con otro complemento en la mano torpe, ya sea un escudo como el broquel o una rodela, también una capa… pero sin duda el complemento ideal era la Daga de parada o de mano izquierda.

Esta daga, que muchas veces se fabricaba a juego con la misma espada, tenia 2 tipologías características, la Daga de Ganchos donde los gavilanes apuntan hacia la hoja y la Daga de Vela por su amplio guardamano en forma de vela latina y que muchas veces se la conoce por Vizcaína en la literatura.

Tanto en peso como en longitud, solían ser la mitad que una espada y solo se empleaban si era totalmente necesario, ya que se consideraba deshonroso tomarse esa ventaja contra un hombre que no porte armas dobles.

Principales escuelas y tratados.

En una época tan pródiga en la fuente escrita como es el siglo de oro español son multitud los tratados sobre la espada ropera, pero se puede dictaminar que las dos escuelas con mayor relevancia fueron la escuela italiana y la escuela española.

La tradición italiana, con maestros tan importantes como Agrippa, Capo Ferro o Fabris, describen una esgrima basada en el tiempo de reacción, desplazamientos lineales y esquivas.

Los orígenes de la escuela española se enmarcan a finales de la edad media, con los tratados desaparecidos de Pedro de la Torre (1474), Jaime Pons (1474) y Francisco Román (1532).
Esta Destreza Vulgar o Común, como lo denominarían posteriormente, tienen muchas similitudes con la italiana, hasta que, en 1582, Jerónimo Sánchez de Carranza, acuña el término de Verdadera Destreza para distinguirse del estilo que existía en la península hasta ese momento.

Esta nuevo estilo de la Verdadera Destreza aunaba conceptos filosóficos y científicos, apoyándose en autores clásicos como Aristóteles y Euclides, en volúmenes barrocos extensos y sin apenas ilustraciones.

  • Se emplean líneas y círculos imaginarios para representar acciones y distancias para dar tridimensionalidad.
  • Desplazamientos laterales para flanquear al rival y ganar superioridad en distancia y ángulo.
  • Obtener el mayor alcance posible con la extensión del brazo armado, realizando un ángulo recto entre el cuerpo y el arma.
  • Control constante sobre arma del rival con nuestra espada (Atajo), a fin de estar a salvo en todo momento.

Verdadera Destreza y la Común Destreza siguieron conviviendo largo tiempo hasta que la primera se impuso en la tratadística y en la mayoría de las salas de armas.

En la Sala Viguesa de Esgrima Antiga seguimos la ciencia de las armas de la Verdadera Destreza, principalmente sobre su autor más prolífico Luis Pacheco de Narváez, además de otros maestros posteriores como Francisco de Ettenhard y Lorenz de Rada.


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