Lluvia, viento, frio… eso es lo que nos esperaba este año a la SVEA en nuestra cita anual, en lo que es nuestra fiesta por antonomasia: A Arribada. Y lo sabíamos, pero no por ello íbamos a dejar de ir… ¡¡¡Así somos!!!
Los preparativos empezaron ya varios meses atrás: escénica, creación de escudos, confección de trajes, adquisición de nueva panoplia, avituallamiento, transporte, logística… un sinfín de elementos indispensables para ese fin de semana tan señalado y que, sin el esfuerzo de los allí presentes, y de muchos que finalmente no pudieron acudir, no se podría haber realizado.
Y no defraudamos.
Desembarcamos (literalmente hablando) bajo una llovizna intensa que, a priori, no iba a mayores. Puntuales, empezamos a descargar los coches y empezamos a montar los palés en la caseta y anexo, a forrar pared y techo con plásticos, colgar las espadas, escudos, hachas, etc. Parecíamos un pequeño ejército totalmente organizado y orquestado por nuestro compañero Hugo.
Seguía chispeando, y el negro cielo seguía amenazante con descargar toda su furia sobre nuestras cabezas. Y así nos manteníamos expectantes, esperando a ver si nos equipábamos o suspendían el primer acto, el pasacalle. A media mañana nos informan que se retrasa una hora a ver si mejoraba el tiempo.
¡Adelante! Nos gritaba nuestro director y responsable de la escénica, Aldán, hacia el final de la mañana. ¡En una hora todos preparados para el desfile! Parecía que Poseidón nos daba un respiro y desde el ayuntamiento informaban que sí iba a salir. Hasta el astro rey nos guiñó un par de veces. Nos vestimos y armamos. Y prácticamente toda la SVEA, a excepción de los responsables de custodiar nuestra “caseta-fortaleza”, salimos hacia el punto de encuentro, en la entrada de la Fortaleza de Baiona, en el Paseo de Ribeira, a donde también iban llegando, junto a las autoridades de la villa, los otros participantes de la fiesta, como los arqueros, cetreros, juglares, seres mitológicos y demás.
Una vez allí, salimos todos juntos siguiendo en perfecta formación a nuestro querido y viejo estandarte de la SVEA. A su vera también ondeaba la bandera del “pérfido inglés”.
El pasacalle se dirigió hacia el núcleo de la población y allí discurrió por las calles más emblemáticas del casco antiguo, ante el asombro y regocijo de la gente que, aunque no era mucha, hacía que disfrutasen mucho mejor de la presencia cercana de semejante compañía.
En un momento dado, y a la orden de nuestro querido Damián, abandonamos el cuerpo principal de la comitiva para dirigirnos apresuradamente a nuestra primera actuación ubicada en uno de los baluartes de la fortaleza, junto al monumento Encuentro entre dos mundos. Una vez allí nos dispusimos a ejecutar lo que tantos meses estuvimos ensayando, con muchas ganas e ilusión, pero siempre sin quitar un ojo de aquel cielo gris plomizo y amenazante. Después de la presentación, empezó nuestra narradora Edith a contar la historia de la Raposa y de cómo se enfrentó ella, y los bayonenses, al invasor inglés, haciendo un gran esfuerzo de oratoria al carecer del apoyo de un micrófono. El poco público allí presente, supo reconocer el gran esfuerzo del elenco y así lo hizo notar con sus aplausos una vez finalizado. Aún no llovía y nos dió tiempo a ejecutar unas pocas técnicas de HEMA, y de realizar una breve sesión de fotos al pie de la muralla. Al acabar, recogimos nuestros pertrechos y nos apuramos a regresar a la caseta. Y menos mal, ya que minutos después se desencadenó toda la ira de los cielos, viento cuasi huracanado con lluvia azotaron aquel lugar. Pero al llegar nos dimos cuenta que no estábamos todos… ¡No! Dos compañeros rezagados, Carlos y Pustetto se tuvieron que refugiar parapetados en el baluarte, al pie de la muralla, y esperar a que amainase.
Ya por la tarde, y después de reponer fuerzas con unos bocatas que nos supieron a gloria, nos vestimos de HEMA unos pocos y acudimos al Hospital Sancti Spiritus, donde nos dispusimos a desenvolver nuestra esgrima tal como la practicamos en la sala. Nos faltaron este año, eso sí, nuestros bisoños, pero es que la climatología no era la más adecuada. Enseñamos a los allí congregados los aspectos de las cuatro armas que practicamos. Primero con tres técnicas y luego con combates por parejas.
Acabamos y “escapamos” de nuevo a nuestra caseta ya que de nuevo empezaba a llover, y esta vez, para no parar.
El domingo ya fue otro cantar. Llegamos por la mañana cansados del día anterior, pero ya el Sol se vislumbraba entre las nubes y, sobre todo, ¡calentaba!
Volvimos a ponernos nuestras mejores galas para de nuevo, desfilando, dirigirnos a la ubicación de los últimos años, la Playa de Ribeira. Mucha más gente nos esperaba en el graderío que el día anterior, expectante y sonriente.
Nos dirigimos en la playa a nuestros “campamentos”. Se presentó a la sala formalmente y empezamos con una muestra variada de las espadas usadas y diversas técnicas para, acto seguido, empezar con la obra. La voz de la narradora, esta vez con micrófono, acompañada de una música ambiente, dispuso al instante al público allí presente a prestar atención de lo que iba a suceder. Animados por el elenco de bayonenses, que guiados por la raposa se batían contra el “pérfido inglés”, la gente disfrutaba de lo lindo y vitoreaba con gritos de ánimo para unos y burla para otros.
Ya por la tarde, y animados por el buen tiempo, una marea de gente se acercaba curiosa y animada a nuestra caseta, a coger una espada, o bien sacarse una foto con un yelmo en la cabeza y blandiendo una maza en la mano, a preguntar… Pero lo que más gustó fueron las clases dadas por los compañeros, principalmente por Pablo y Aldán, que prácticamente no descansaron un instante con tal de complacer a los allí presentes.
Acabamos todos felizmente cansados por la grata experiencia de ese fin de semana, pero ya pensando en la cita del año que viene.
Autor: Rodrigo Presa
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